Hace un tiempo
atrás entrevisté a un candidato que había pasado ya entrevistas con varias
personas, incluido el jefe de la posición, y yo lo recibía para la última
entrevista. Vaya que me llevé una sorpresa con el candidato; cuando entró a mi
oficina el muchacho se sentía dueño de la posición; hizo muy poco esfuerzo por
sobresalir o tan solo por responder con propiedad las preguntas; parece ser que
las preguntas le parecían “soft”, hablar de gente, de talento, de cultura era
sin duda una “pérdida de tiempo”, al menos esa fue la impresión cuando se
limitaba a responder “soy bueno en eso”, “no se necesita mucha experiencia para
eso”, “es la parte más sencilla del trabajo”, entre otros comentarios. Yo escuchaba
atentamente cada una de sus palabras, y le otorgué el suficiente tiempo para
que él pudiera reponerse, reaccionar ante la entrevista y lucirse como cuando
respondió a las preguntas relacionadas con su experiencia con los anteriores
entrevistadores. Terminada la entrevista, sus últimas palabras fueron “ok,
entonces supongo que “fulanito” me llamará para los siguientes pasos”… y yo
sólo pensé “siguientes?” Nunca sub estimes el poder de un entrevistador, todos
son importantes al tomar la decisión, incluso las preguntas de recursos
humanos, por más “soft” que te puedan parecer, son probablemente las más
difíciles de responder. Evidentemente, el candidato no pasó a la etapa final.
Así es el
torrontés, un vino que engaña con sus olores y que a la nariz uno puede tranquilamente
sub estimar su potencia pensando que es un buen vino para acompañar unos suaves
quesos. Error! El torrontés es un vino potente en boca perfecto para maridar
comidas picantes, mexicanas, asiáticas (sobre todo la tailandesa), pescados y
mariscos!
El origen del torrontés
causa mucha polémica, algunos dicen que es el resultado del cruce de dos cepas:
Moscatel de Alejandría y Criolla Chica. Lo que se sabe a mayor consenso es que inicialmente el torrontés era un vino sub estimado, considerado como un vino rústico, de mesa, pues la combinación de aromas frutales y florales, pero con un sabor amargo final en boca no le daban el respeto que se merecía. Recién hacia mediados de los 80s se comenzó a mejorar la técnica, logrando tener bajos rendimientos en los viñedos con los que podían elaborar vinos de calidad excelente que terminaron por sorprender y enamorar a los amantes del vino en el mundo entero.
El torrontés es la cepa blanca
argentina por excelencia y se cultiva principalmente en las provincias de
Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja de Argentina; siendo todas zonas por
encima de los 1200 msnm. Existen de hecho tres
tipos de Torrontés: el mendocino, el sanjuanino y el riojano. Y aunque su
origen es dudoso, los expertos coinciden en que el riojano es el legítimo y más
elegante torrontés; y es por eso que el riojano es el más conocido y posee la
mayor cantidad de hectáreas dedicadas a la producción de ceás de vino blanco en
Argentina (25% del total de las hectáreas dedicadas a la producción de cepas
blancas en Argentina corresponden al Torrontés). El torrontés de
Salta se engrandece debido a las bondades del clima de esta zona para esta
cepa. Un clima cálido, soleado y de altura hacen que esta cepa gane más aromas
y sabores. Es por eso que Cafayate con sus más de 1700 msnm es ideal para
producir Torrontés.
El torrontés de esta zona es muy aromático, con olores a rosas, jazmin, manzanilla, miel, durazno, piña, entre otras frutas cítricas. Usualmente es de color amarillo pálido verdoso y tiende a ser dorado cuando es un vino guardado en barricas y envejecido. Al beberlo resulta un vino de acidez baja o moderada, y más bien seco y con final algo amargo. El torrontés es una cepa que se emplea también para producir vinos de cosecha tardía y vinos espumantes (dedicaré un post a este tipo de espumante).
Cuando visitas
Cafayate no hay quien te deje de recomendar que visites la Bodega Etchart y que
no dejes de probar su Torrontés Gran Linaje, un vino intenso, complejo, con
aromas frutales pero que al beberlo es muy fresco y tiene un final muy largo en
el paladar; es decir que su sabor perdura en boca. Ganó 92 puntos de Robert
Parker en el año 2010. Es un vino excepcional para disfrutar con comidas asiáticas,
ensaladas frescas, mollejas, algunos embutidos como el prosciutto (sabiendo
combinarlo con sabores dulces que balanceen su intensidad y no opaquen el vino), ciertos quesos como el feta y el crema, y ciertos aperitivos
con toques ácidos y dulces al mismo tiempo.
Yo lo disfruté
con dos tapas que hoy les dejo: nachos de pita con queso feta y damascos rellenos
enrollados con prosciutto. Aquí les dejo las recetas, ambas son muy sencillas!
Nachos de pita con queso feta:
Corta el pan pita
en cuartos y embadúrnalos con aceite de oliva mezclado con paprika y sal. Llevar
a tostar al horno por unos minutos.
Por otro lado
mezcla en un procesador queso feta (aprox. 250gr), yougurt griego (aprox. 1 tz),
menta y jugo de 1 limón. Sazonar con sal y pimienta.
En un tazón
aparte mezcla cebolla picada en cuadritos, pepino, aceitunas y tomates.
Para servir
coloca las tostadas de pita, echa encima la sala de queso feta y encima la
mezcla de cebolla. A disfrutar se ha dicho!
Damascos rellenos enrollados con prosciutto:
Sólo debes rellenar los damascos con queso crema, enrollarlos con prosciutto y llevarlos al horno por 10 minutos. Sencillo! Sólo queda disfrutar!
Sólo debes rellenar los damascos con queso crema, enrollarlos con prosciutto y llevarlos al horno por 10 minutos. Sencillo! Sólo queda disfrutar!