Hace semanas atrás celebraba una
ocasión especial, el bautizo de mi primer bebé; y para celebrarlo decidí abrir
un vino especial, de esos que uno guarda para ciertas ocasiones y atesora para
que vayan madurando con el tiempo porque sabes que cuando lo abras estará en su
mejor momento. De esos que no abres antes porque hacerlo sería desechar el
potencial de ese vino y descartar la realización profesional del enólogo que
logró esa armonía en botella precisa para que pueda ser abierto varios años
después de ser lanzado al mercado. Ese vino que logró destacar en tu bodega
gracias al talento del enólogo detrás de él.
Casa Marín Pinot Noir 2011 es
sólo un ejemplo de la riqueza de vinos que María Luz Marín, conocida como
Marilú, logra hacer. María Luz es una mujer impresionante, una amapola entre
muchos enólogos, que tuvo que aprender a lidiar en un mundo donde el síndrome
de la amapola alta solía ser un común denominador. Marilú impregna personalidad
a sus vinos, los realza y los convierte en vinos amables, elegantes y al mismo
tiempo elaborados y complejos. La historia de Marilú marca cada uno de sus
vinos, al menos a mi forma de verlo, y a mí me gustan mucho (tiene por ejemplo
un sauvignon gris que a mí me encanta y que creo que ningún otro lo ha
superado). Ella es la demostración de que cuando las mujeres quieren lograr un
sueño, sin importar los desafíos a los que se enfrenten, lo hacemos con tanta
dedicación que termina siendo perfecto. Marilú tuvo que enfrentarse no sólo a
las adversidades del clima de Lo Abarca, sino incluso (y peor aún) a sus pares
enólogos, quienes por ser mujer, no creían en ella y no la aceptaban cuando
inició su carrera para practicar con ellos (de hecho incluso hasta la mandaban
a hacer labores "femeninas" en vez de permitirle trabajar con la
uva). El esfuerzo la premió y la convirtió en la primera mujer enóloga
fundadora y dueña de una viña en Sudamérica en el año 2000. Con el tiempo, la
familia se expandió y hoy uno de sus hijos, Felipe Marín, se convirtió en
enólogo de esta bodega, siguiendo la tradición de su madre, pero marcando su
propio estilo, lo que lo convierte en un profesional excepcional que con
humildad supo tomar lo mejor de su madre y con eso crear su propio estilo.
Así tal cual funciona el mundo
profesional en las organizaciones. Hay los líderes que cuando ven un talento
prefieren apartarlo, porque seguramente (y la mayoría de veces que lo he visto
es así) tienen miedo, la cobardía ante su poca capacidad profesional, los lleva
a tomar decisiones equivocadas y apartar el mejor talento de su equipo, el
síndrome de la amapola alta; olvidándose que su fin último es tener a los
mejores, tener al talento correcto en las posiciones correctas. Y luego,
por el contrario, y afortunadamente, hay líderes que a simple vista cuando
identifican un talento, lo quieren, no lo dejan ir, y en vez de opacarlo, lo
ayudan a brillar.
Casa Marín Pinot Noir 2011 es
un vino hecho por una mujer que brilla y que lamentablemente muchos enólogos no
supieron apreciar; afortunadamente, Marilú salió de esos “líderes” que le
tocaron al inicio de su carrera, se armó con valentía, y fundó su propia
bodega, cultivó su propio viñedo, y elaboró su propio vino, no permitiendo que
el síndrome de la amapola alta la superara u opacara.
Casa Marín Pinot Noir es un
vino untuoso, con notas a frutos rojos como cereza, frambuesa y también algo de
trufas seguramente provenientes del suelo boscoso a su alrededor. Ideal para acompañar
incluso algunas carnes suaves. Yo lo maridé con una pasta con jamón serrano que
cociné a fuego muy bajo hasta que el crocante comience a sentirse. Cuando la
pasta llegó al dente, agregué un poco del agua de cocción a la sartén con el
jamón serrano, un chorro de aceite de oliva y un trozo de mantequilla. Pasta
para adentro…queso parmesano encima y disfruté con este pinot noir que está
lejos de ser el típico tímido pinot noir, y es mas bien, un vino con carácter…Disfruté
del verdadero liderazgo detrás de este vino, ese que brilla aunque lo quieran
opacar…