sábado, 18 de marzo de 2017

Carmenère: madurez para una mejor curva de aprendizaje

En todas las posiciones en las que he estado no he tenido la suerte de tener un proceso de inducción completo; excepto en la que hoy estoy actualmente. No sé lo que significa recibir el puesto de manos de alguien (sólo una vez lo recibí) y mucho menos sé lo que significa tener un proceso de inducción específica…curioso considerando que trabajo en Recursos Humanos…definitivamente en casa de herrero, cuchillo de palo!

El año pasado cambié de trabajo y llegué a una industria completamente diferente de la que estaba acostumbrada. Así que decidí darme un mes para no hacer absolutamente nada que no fuera conocer, entender el negocio, y tener conversaciones uno a uno con los equipos de trabajo. Si bien en otras posiciones sí lo había hecho, siempre lo hacía “al ruedo”, es decir, mientras ya “apagaba incendios”.
En otras palabras, decidí darme un poco más de tiempo y dejar que mi curva de llegada y aprendizaje madurara un poco más de lo acostumbrado. Decidí no darme una semana para hacerlo, sino un mes. El resultado? En un mes tuve el pulso de la organización y entendí dónde estaban las prioridades, siendo capaz de plantear el plan de trabajo para los próximos dos años…Lo que usualmente cerraba con claridad al tercer mes, lo hice al primero. Vaya que valió la pena dar un mes de madurez a mi curva de aprendizaje!

Así tal cual es la Carmenère, una cepa que madura un poco más tarde que el resto de cepas y que usualmente es la última en ser cosechada (sin considerar las cepas que son usadas para los vinos especiales dulces como el “late harvest”)

Hacia mediados de 1800 esta cepa desapareció de Bourdeaux (Burdeos, Francia) debido a la filoxera. Para cuando la epidemia hubo pasado, los viticultores no quisieron cultivar la carmenère porque requería de mayor atención y cuidado que otras cepas, dejándola progresivamente de lado. Afortunadamente para esta cepa, viajó hacia el otro lado del mundo, llegando a Chile. En Chile fue confundida durante muchos años con la uva merlot, ya que son bastante similares aun si presentan algunas diferencias sutiles como:

(1) el tono de la hoja; el de la merlot es blanco, mientras que el de la carmenère es de tono rojizo;
(2) la forma de la hoja: el lóbulo central de la merlot es más largo que el de la carmenère; y
(3) el tiempo de maduración: la merlot madura 2 a 3 semanas antes que la carmenère.

No obstante esta confusión, fue en el año 1994 que un profesor de la escuela de enología de Montepellier,  Jean Michel Boursiquot,  descubrió que las diferencias que presentaba esta vid con la merlot se debía a que era una cepa diferente, traída del viejo continente: la carmenère. Y es recién en 1998 que el departamento de agricultura chileno reconoció a la carmenère oficialmente como una variedad distinta. Hoy, esta cepa, que originariamente es de Bourdeaux (Burdeos), se ha convertido en la cepa Chilena por excelencia, cultivándose principalmente en el Valle de Colchagua, en el Valle de Rapel y en la Provincia de Maipo.

Carmenère, una palabra en francés que significa “Carmín”, debe su nombre justamente al color carmín que toma sus hojas durante el otoño. Este color carmín hace que fácilmente uno recuerde que al abrir un carmenère, uno abre una botella de frutos rojos como la fresa y la frambuesa, y de frutos negros como la ciruela y la zarzamora.

El carmenère es familia de la Cabernet Sauvignon, que resulta en un vino más ligero debido a que tiene taninos más suaves que esta última cepa, o incluso más suaves que una merlot; de hecho  para mi gusto es una cepa suave y me cuesta reconocer que sea de dicha familia! La carmenère requiere de mucha atención ya que usualmente es una planta abundante (por lo que debe ser podada con especial cuidado); y requiere de condiciones climatológicas y geológicas muy específicas, que tengan un buen equilibrio entre días de sol y días de lluvia, suelos profundos, y mañanas muy cálidas con noches muy frías; características propias del terroir chileno.

En esta ocasión bebí un carmenère del 2014, del Valle de Maipo, Chile, de la Bodega Viña del Carmen: “Carmen IIII Lustros”. Este vino debe su nombre al reconocimiento por los 20 años (IIII Lustros) de haber sido redescubierta por Jean Michel Boursiquot, de la escuela de enología de Montepellier. Este carmenère es un vino brillante, de color púrpura muy intenso, que en nariz evoca rápidamente ciruela y cerezas, y que en boca sus taninos demuestran mucha estructura para convertirlo en un vino elegante, digno de una gran celebración! Un carmenère como pocos que he bebido y disfrutado, un carmenère impresionante!


Yo bebí este vino para celebrar una nueva etapa, en donde vas re descubriendo amigos y poniendo en perspectiva que a veces el tiempo es el mejor aliado de la madurez! Para mí, un vino digno de disfrutar en un año como este!  Y para ser muy honesta, no me esforcé mucho con las tapas, sólo coloqué algunos jamones y quesos relativamente suaves (pero no tan suaves como lo sería una pechuga de pavo y mozzarella) y unas aceitunas verdes con castañas. Sin embargo, la estrella del maridaje fue el dip de zapallito italiano y berenjenas que preparé. Nada complicado, picas las verduras muy pequeñas, las cocinas al vapor, las mezclas con un poco de crema de leche, queso fundido, queso parmesano y queso crema. Le agregas sal, pimienta, orégano, laurel, tomillo y a hornear y disfrutar junto con este maravilloso carmenère Carmen IIII Lustros!